El origen de los trastornos psíquicos provienen casi siempre del entorno familiar.

“La vida en familia es como un viaje largo por mar, que nunca acaba; y ya se conoce el proverbio; a medida que avanza la travesía se agrían los caracteres”. Emile Tardie.

El «Yo representación» es equivalente a lo que autores como Edith Jacobson y Joseph Sandler denominan «representación del Self».
La idea —excelentemente trabajada en la Teoría Lacaniana— de que el «Yo representación» no es el sujeto sino una especie de máscara, es equivalente a otros desarrollos paralelos en el psicoanálisis, aunque no pueden considerarse como sus antecedentes porque pertenecen en realidad a distintos marcos teóricos. En ese sentido cabe mencionar el concepto de personalidad «as if» de Helen Deutsch, el de «falso Self» de Donald Woods Winnicott, la seudomadurez planteada por Donald Meltzer, los trabajos de Ronald David Laing sobre la mistificación de la experiencia y del otorgamiento de una falsa identidad. Con las diferencias del caso, estos conceptos nos plantean la existencia de una problemática que concita la atención de los psicoanálistas: la constitución de la identidad como una ilusión, como una ideología que puede tener una mayor o menor correspondencia con la realidad.
Conveniente aclarar por lo tanto que si bien el Yo se constituye en la infancia, no se debe entender que existe un sólo acto de fundación y que a partir de entonces, el Yo se mantendría de por sí. Ya que la identidad no se sostiene de por sí en la subjetividad del sujeto, sino en la medida en que “Otro” acepta tal identidad como verdadera; o sea que la presencia del “Otro” no sólo es fundante sino que a su vez es esencial para el mantenimiento y las sucesivas transformaciones del Yo representación.
Esto hace que consideremos el estudio de Jacques-Marie Émile Lacan sobre el Estadio del Espejo como un paradigma de la constitución del Yo, como una señal de que el Yo representación depende de una imagen que le viene desde afuera.
Por otra parte, Lacan dice en su teoría Estadio del Espejo que es la matriz de las identificaciones imaginarias ulteriores, señalándose con lo de matriz que se trata de un molde y que por lo tanto no es toda la identidad que tiene el sujeto.
Veamos ahora la importancia que puede tener para la psicopatología que el Yo representación se construya a partir del “Otro” poniendo un caso hipotético. El hijo de padres melancólicos cuya imagen de sí mismo es la de no valer nada, favorece en consecuencia la construcción de un Yo representación desvalorizado, por identificación con el Yo representación de quienes se ven a sí mismos desprovistos de todo valor. Sucede de igual manera con quienes se identifican con la omnipotencia de los padres. En el caso del hijo del fóbico se puede apreciar una situación muy particular. Al sentirse los padres ante los acontecimientos de la vida como si se hallarán en peligro mortal, al verse como si fueran vulnerables, el hijo también se aprecia como un sujeto vulnerable y en su representación de sí mismo se ve como un sujeto que en cualquier momento —por identificación con padres imaginariamente—se siente expuesto a esa vicisitud. Por otra parte, los padres del fóbico, constantemente preocupados por lo que le puede pasar al hijo, lo ubican en el lugar del que corre peligro, posición con la que se identifica el hijo, asumiendo así como su Yo representación el de alguien que está en situación de riesgo. Pero que la imagen que alguien tiene de sí le venga del “Otro” también permite explicar los casos en que alguien se constituye como desvalorizado frente a padres desvalorizantes; es el caso, por ejemplo de hijos melancólicos de padres paranoicos. Este ejemplo tiene la ventaja de romper con la simplificación que podría aportar la idea de identificación, o sea que el melancólico es el que tuvo padres melancólicos. Aquí el hijo es visto por los padres paranoicos, que proyectan en él sus aspectos rechazados, como el incapaz, el retrasado, el que no prospera, etcétera, y el vástago entonces asume esa imagen como propia. O también podemos consignar el caso de aquellos padres culpabilizantes para quienes el hijo está siempre en infracción; el vástago se identifica entonces con la imagen que los padres tienen de él y a su vez construye su función crítica por identificación con la crítica de los progenitores. Si al psicoanalizar el concepto de identificación hemos separado los dos casos del sentido de “del”, es obvio que no hay tipos puros en cuanto a estar identificado con la imagen del “Otro” tal como el “Otro” nos ve, o tal como el “Otro” se ve a sí mismo. La identidad se construye a través de la dialéctica compleja de la doble acepción de la identificación con la imagen del “Otro”.
Decimos “como el “Otro” se presenta para el sujeto” a fin de señalar que el “Otro” con el cual se identifica el sujeto al construir su Yo no es el “Otro real”, con todos los inconvenientes que podría tener esta denominación, «sino como se cree que el Otro es». Repárese que el tipo de desarrollo que estamos haciendo es similar sobre “el deseo, es el deseo del “Otro” en un doble sentido, con lo que se ve que esta estructura de pensamiento, en donde algo es del “Otro”, es de naturaleza formal, y sirve para distintos problemas, el del deseo, la constitución del Yo, etcétera, porque en última instancia se trata del orden de la intersubjetividad en cuyo seno transcurren esos fenómenos.

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