El Yo débil del toxicómano.

Ernst Simmel, psicoanalista norteamericano que realizó una importante contribución a la psicopatología y al tratamiento de las adicciones, sugirió que los sujetos toxicómanos que sufren de neurosis narcisista de tipo maníaco-depresivo, se defienden de su trastorno utilizando mecanismos propios de la «neurosis obsesiva». A su parecer, la acción de la sustancia tóxica (droga) recae fundamentalmente en el Superyó que, al quedar disuelto por dicha sustancia, cesa de efectuar demandas. Simmel coincidió con los puntos de vista de Karl Abraham y Paul Kielholz acerca de la frecuencia de las perversiones (incesto, homosexualidad, escoptofilia, exhibicionismo, sadismo y masoquismo) entre estos sujetos.
Para Simmel el toxicómano se encuentra básicamente afectado de melancolía, en contra de la cual le sirve la sustancia tóxica de defensa al producir una “manía artificial’. Realizó examinó los efectos que el alcohol ejerce sobre el Yo, y sobre el Superyó, confirmando así la importancia de los impulsos agresivos y su relación con la perturbación maníacodepresiva. Centró su interés en establecer si la desintegración del Yo se produce como causa o como consecuencia del consumo reiterado de alcohol, llegando a la conclusión que la estructura y la dinámica del alcoholismo son las mismas para cualquier otro tipo de adicción. Como la mayoría, Simmel enfatizó la oralidad de los adictos, los cuales reemplazan las «relaciones objétales» por el odio expresado en términos de devorar y destruir el objeto. El adicto sólo consigue relaciones objetales «pseudolibidinales» (parciales) y su único objeto valorado pasa a ser la sustancia tóxica o el alcohol. Simmel sugirió que la conducta del bebedor crónico constituye un homicidio y un suicidio también crónico. Realizó varias apreciaciones sobre el cambio en la estructura de carácter de los toxicómanos. Conclusiones que fueron producto del amplio número de casos observados en el sanatorio psicoanalítico que estableció en Alemania, en “Schloss Tegel” uno de los principales centros de introducción de los métodos de Sigmund Freud en el tratamiento de las adicciones, las psicosis y las neurosis graves, donde todo el personal contaba con formación psicoanalítica.
Simmel utilizaba el tratamiento de internado en el sanatorio, especialmente en los casos graves de adicción, porque pensaba que era más fácil contrarrestar las tendencias autodestructivas de estos sujetos bajo estas condiciones que cuando se los trataba como pacientes externos. Además, comprendió que el ambiente del sanatorio podía, en sí mismo, proveer suficiente gratificación como para que el adicto lograra abandonar su adicción. Simmel era consciente también de la importancia que tiene para el toxicómano contar con el psicoanalista durante la fase de desintoxicación. También se percató que algunos pacientes utilizaban el sanatorio como un «refugio» y como un tipo de «existencia intrauterina», una situación que por lo general desaparecía espontáneamente con el psicoanálisis, pero que en otros casos podía transformarse en una fuente de «resistencia».
Su artículo más extenso sobre el problema de la adicción, “Alcoholismo y Adicción”, quedó inconcluso a su muerte; no obstante, se publicó póstumamente en 1948. El mismo incluye la recomendación de que se brinde atención hospitalaria al adicto durante el curso de su tratamiento psicoanalítico y que se le ofrezca «terapia ocupacional» para ayudarle a descargar las tendencias agresivas y destructivas subyacentes.
De su amplia experiencia en diferentes centros de tratamiento, especialmente en el de “Schloss Tegel”, Simmel pudo distinguir cuatro clases de bebedores crónicos: el social, el reactivo, el neurótico y el adicto propiamente dicho. En todas estas clases de consumo, el alcohol se emplea como una forma de «balancear un precario equilibrio mental», defendiendo al Yo del impacto de las circunstancias externas (en las dos primeras) y de la amenaza de los conflictos intrapsíquicos (en las dos últimas).