La libertad sexual. 

“Podemos imaginarlo todo, predecirlo todo, salvo hasta dónde podemos hundirnos”. Émile Michel Cioran.

Los defensores de la “libertad sexual”, entre ellos sexólogos, sociólogos, biólogos, psicólogos cognitivos, etcétera afirman que si en una sociedad existe una “conducta frecuente”, entonces se convierte en algo “normal”.
Los razonamientos que usan para motivar sus ideas surgen principalmente de investigaciones en laboratorio y estadísticas; por ejemplo en cuanto a la “libertad sexual” manifiestan que la mayoría de los animales no son monógamos y el hombre, a fin de cuentas, se encuentra en el reino animal; que la homosexualidad se presenta en muchos otros animales, no es exclusiva de la raza humana; que la promiscuidad sexual es una característica generalizada en los hombres y mujeres; y otras cuestiones por el estilo. En cuanto a sus conclusiones afirman que las personas pueden disfrutar plenamente de sus cuerpos mientras no hagan daño a nadie, además de resultar agradable, estimulante y liberador. Justifican la “libertad sexual” para disimular una “neurosis colectiva” que paradójicamente la mayoría de las personas niega usando sus “Mecanismos de Defensa”. La libertad sexual se ha insertado como un engranaje en la sociedad posmoderna.
Esta “normalidad” atribuida a la libertad sexual fue con la finalidad que la palabra “perversión” desapareciera del “Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), junto con algunas psicopatologías. Esto tiene como objetivo principal incentivar la psiquiatría para que los padecimientos mentales restantes del DSM tengan un tratamiento exclusivamente médico, ya la salud mental es un negocio millonario para la industria farmacéutica.
Ahora bien, surge la pregunta ¿Por qué si la mayoría de los integrantes de una sociedad llevan a cabo una conducta específica, no siempre resulta ser un comportamiento “normal”? Si ponemos de ejemplo, al pueblo alemán durante la Segunda Guerra Mundial, casi todos odiaban a los judíos, para quien se atreva a usar el razonamiento, este comportamiento no resulta ser “normal”. Si proseguimos con el escritor francés Tony Duvert que era un abierto pedófilo, varias veces homenajeado por el círculo de «ilustres escritores» franceses de su época, por sus novelas que enaltecían la pedofilia, seguramente ahora ninguna asociación de escritores se atrevería a homenajear a un pedófilo en circunstancias parecidas; o el controvertido informe “Kinsey” donde concluye que la homosexualidad está más extendida de lo que se creía, pasando a ser un comportamiento “común”.
Estas investigaciones de laboratorio o estadísticas regularmente tienen un argumento bien estructurado, arreglan meticulosamente los resultados y sus conclusiones sirven para que la sociedad las escuche de manera convincente; pero casi siempre encubren un propósito social, político, económico… para manipular a la opinión pública.
Para comprender la “libertad sexual” debemos abordar el tema de la “hostilidad” que se encuentra detrás de toda relación genital (desde el coito hasta obviamente la violación) pero lo que aquí nos importa, es la hostilidad que se encuentra encubierta, casi invisible en la relación sexual concertada entre los partenaires, por el contexto en que desarrolla.
El problema proviene que la “hostilidad” pasa desapercibida al momento de razonar sobre el acto sexual consensuado, por ejemplo, en el sujeto “Don Juan” donde su promiscuidad revela su hostilidad por las mujeres y su excelente seducción —casi de manera inocente— cautiva al público, un público sobre todo masculino que debe reunir como testigo de su actuación.
Lo que le interesa a este personaje no es el amor sino cautivar la atención de sus congéneres por el número de mujeres que poseyó y como se envilece por ello.
La emoción y la satisfacción que siente Don Juan no provienen de la estrecha relación que ha establecido con una mujer, tampoco del erotismo, ni siquiera del acto sexual; de hecho todo esto pasa a segundo término porque lo que él busca es superar la resistencia de la mujer que aparentemente rechaza sus propuestas. La mujer fácil no lo atrae. Esta incesante y frenética necesidad de probarse a sí mismo, encuentra su Goce en la multitud de conquistas y su cuerpo lo coloca al servicio exclusivo de su narcisismo, evitando el vínculo afectivo con el otro, o dicho desde el punto de vista del psicoanálisis: evita la castración. Desde esta perspectiva no debe entonces precipitarse para generalizar y afirmar que Don Juan utilizo su “libertad sexual” sin dañar a nadie porque fue un coito consentido que expresó únicamente la exuberancia sexual inherente a los mamíferos, y que además realizó estas múltiples seducciones para rebelarse y no sucumbir como esclavo de la sociedad posmoderna, al fin y al cabo ésta sociedad incentiva cualquier tipo de libertad sexual siempre y cuando no se dañe a terceras personas, o se les obligue hacer un acto contra su voluntad. Este personaje se ubica en la frase “Un saber que no se sabe”, o dicho de otra forma: El no querer saber nada de eso, es el velo que divide a Don Juan entre la “pasión de su ignorancia” y el saber sobre la “verdad de su Goce”. La publicación de libros, películas, juegos, etcétera donde se expresa la “libertad sexual”, encubre realmente a la promiscuidad.
La sociedad —casi en su mayoría— observa con tanta frecuencia esta libertad sexual que con el transcurrir del tiempo la transformó en un fenómeno inofensivo, forzada la opinión pública pasó de un acontecimiento “común” a un hecho “normal”: ¡Sí todo mundo lo hace, yo también tengo derecho hacerlo!

Leave a comment